viernes, 14 de agosto de 2015

LA ESCALERA QUE COMUNICA CON EL CIELO EN LA MASONERIA

 
La escalera que comunica con el cielo y que se encuentra en gabinete de reflexión, está en relación simbólica con la llamada «escalera de Jacob», por la cual, en un sueño que tuvo, los Ángeles subían y bajaban del cielo. La escalera tiene siete peldaños, que simbolizan los siete grados de conciencia y que, superados, conducen al ser humano hasta la esfera divina.

La escalera recuerda al candidato masónico su obligación ineludible de ascender por ella. Todos los demás símbolos carecerían de importancia si dejaran de estar enfocados a lograr esa extensión de la conciencia. Nuestra obra humana debe estar proyectada hacia esa finalidad.
 

jueves, 13 de agosto de 2015

EL SIMBOLISMO DEL SOL



Teogónicamente expresa el momento de máxima actividad heroica en la transmisión y sucesión de poderes que se verifica a través de las generaciones de deidades. Así, tras Urano, Saturno y Júpiter, aparece Helio Apolo.
 
En alguna ocasión, surge el Sol como sucesor directo e hijo del dios del cielo. Señala Krappe que hereda uno de los atributos más importantes y morales de ese dios que lo ve todo y, en consecuencia, lo sabe todo.
 
En la India, Sürya es el ojo de Varuna; en Persia, el de Ahura Mazda; en Grecia, Helio es el ojo de Zeus (como Urano). En Egipto es el ojo de Ra’. En el islam es el ojo de Allah. Con su carácter «juvenil» y filial dominante, el Sol queda asimilado al héroe, por oposición al padre, que es el cielo, aunque a veces se identifique con él. Por ello, el arma del cielo es la red (estelar), el poder de ligar; y el arma del héroe es la espada (asimilada al fuego). También por esta causa los héroes son exaltados al rango solar e incluso identificados con el Sol. En un período determinado de la historia, y en un nivel cultural dado, el culto solar es el dominante si no el exclusivo.
 
Mircea Eliade, sin embargo, señala que Frazer ha hecho notar la inconsistencia de los elementos solares en la sacralidad de Africa, Australia, Oceanía en general, América del Norte y del Sur.
 
El culto solar sólo alcanzó desarrollo, en el Nuevo Continente, en México y Perú, que precisamente fueron los dos centros más avanzados.
 
Deduce de ello el autor citado, que siendo éstos los únicos países de la América precolombina que lograron una auténtica organización política, pudiera establecerse una concordancia entre la supremacía de los cultos solares y las formas «históricas» de existir humano. No podemos olvidar que Roma, el máximo poder político de la Antigüedad y la creadora del sentido de la historia, entronizó la hierofanía solar, que en el Imperio dominó netamente a veces en íntima relación con Mitra. Una fuerza heroica y generosa, creadora y dirigente, este es el núcleo del simbolismo solar, que puede llegar a constituir una religión completa por sí misma, como lo prueba la «herejía» de Akhenatón, en la XVIII dinastía egipcia, y cuyos himnos al Sol son, aparte de su valor lírico profundo, teorías de la actividad benefactora del astro rey. El Sol en el horizonte era ya definido por los egipcios del Imperio Antiguo como «brillo, esplendor». También relacionaron, con hondísimo sentido de la analogía, la ocultación diaria del Sol con el solsticio de invierno.
 
 

domingo, 9 de agosto de 2015

EL GALLO QUE ANUNCIA LA LUZ

 
Símbolo solar, el gallo es el ave de la mañana, emblema de la vigilancia y de la actividad.
 
Los constructores de catedrales solían terminar su obra colocando un gallo en lo más alto del campanario. En el lenguaje esotérico el gallo corresponde al mercurio o inteligencia iluminada.
 
El gallo canta cuando los cielos se encuentran aún oscuros, pero es inminente la llegada de la luz. Es el anunciador de una luz que viene y que inundará la tierra en la que nos encontramos.
 
Al colocar este símbolo en lo alto de las catedrales, los constructores querían indicar que el fiel que recorre el camino del templo exotérico (el de la fe) hasta su más alta elevación se encuentra en el umbral de una nueva luz, en el camino del conocimiento, representado por los templos esotéricos, como el de la masonería.
 
Ese mismo gallo, al aparecer en el sótano del templo masónico, indica que el camino del fiel continúa en aquel lugar, que allí encontrará la senda que le conducirá a la luz.
 

sábado, 8 de agosto de 2015

SIGNIFICADO MASÓNICO DEL AZUFRE Y LA SAL

 
Estos dos elementos, muy empleados en las transmutaciones alquímicas, son los representantes de dos fuerzas planetarias: Marte y la Luna.

Marte es el dios de la guerra y el azufre es su quintaesencia. El azufre, el más inflamable de los elementos químicos, indica al candidato que deberá encontrarse en todos los combates y en los debates de su tiempo. Que se guarde de caer en la tibieza y en la indiferencia y que todas las mañanas al levantarse compruebe si su carga de azufre para la jornada es suficiente.
 
Si un día, leyendo el periódico, cae en la evidencia de que poco le importan los conflictos del Líbano, que le tiene sin cuidado el problema palestino y que es indiferente a las guerras iniciadas en nombre de la paz es que ha dejado de ser útil para la obra.

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miércoles, 5 de agosto de 2015

LA CRUZ, SIGNIFICADO Y SIMBOLOGÍA


En el complejo simbolismo de la cruz, que no niega ni sustituye, sino ratifica su sentido histórico en la realidad del cristianismo, entran dos factores esenciales: el de la cruz propiamente dicha y el de la crucifixión o «estar sobre la cruz». En primer lugar, la cruz se ofrece como una derivación dramática, como una inversión del árbol de la vida paradisíaco. Por ello, en la iconografía medieval, la cruz es representada muchas veces como árbol con nudos y hasta con ramas, a veces en forma de Y, y otras en forma espinosa.
 
Cual acontece con el árbol de la vida, la cruz es un «eje del mundo». Situada en el centro místico del cosmos, es el puente o la escalera por los que las almas suben hacia Dios. En algunas variantes, la cruz tiene siete escalones, como los árboles cósmicos que figuran los siete cielos.

Consecuentemente, la cruz establece la relación primaria entre los dos mundos (terrestre y celeste), pero también, a causa del neto travesaño que corta la línea vertical que corresponde a los citados significados (eje del mundo, símbolo del nivel), es una conjunción de contrarios, en la que casan el principio espiritual y vertical con el orden de la manifestación y de la tierra; de ahí su transformación en sentido agónico de lucha y de instrumento de martirio. A veces la cruz aparece en forma de T, para resaltar más la oposición casi igualada de dos principios contrarios. Jung dice que, en algunas tradiciones en que aparece la cruz como símbolo del fuego y del sufrimiento existencial, puede deberse a que sus dos maderos se relacionan, en su origen, con los empleados para producir la llama, a los que se considera por los primitivos como masculino y femenino. Pero el sentido de conjunción prevalece. En el Timeo de Platón, el demiurgo vuelve a unir las partes del alma del mundo, mediante dos suturas que tienen la forma de una cruz de san Andrés. Bayley insiste en el sentido ígneo de la cruz y, en su sistema etimológico, explica que las voces cross, cmx, cruz, crowz, croaz, krois, krouz, resuelven todas en ak ur os: «luz del Gran Fuego».
 
 

martes, 4 de agosto de 2015

LOS 12 APÓSTOLES Y LOS SIGNOS DEL ZODIACO

 
En las Homilías sobre los Salmos de Asterio el Sofista, recientemente editadas por Marcel Richard, encontramos un curioso pasaje sobre la traición de Judas.
 
Se trata de un comentario al Salmo II, 2: «El justo ha fallado. Ha acortado el reloj (úqoXóyiov) de los Apóstoles. Del día de doce horas (SuSexáwgoi') de los discípulos ha hecho un día de once horas. Ha privado de un mes al año (évíavTov) del Señor. Y por eso es en el Salmo undécimo donde se cuenta la lamentación de los Once sobre el Duodécimo » (Hom. Salm., XX, 14, p. 157). Y más adelante, a propósito del abandono de Cristo por los Apóstoles: «Con las tres, todas las demás horas de los Apóstoles huyeron del día. Las horas del día se convirtieron en horas de la noche durante la Pasión, cuando el propio día, que es imagen de los Apóstoles, fue cambiado».
 
Nos encontramos en presencia de una alegoría en la que se compara a los doce Apóstoles, ya sea a las doce horas del día, ya sea a los doce meses del año. Esto no es una invención de Asterio, sino que se encuentra también en otros autores del siglo IV. Por ejemplo en San Ambrosio: "Si toda la duración del mundo es como un solo día, sus horas hay que contarlas por siglos".
 
Puesto que el día tiene doce horas, en un sentido místico, Cristo es el verdadero Día. Tiene sus doce Apóstoles, que han resplandecido con la luz celestial, en quienes la gracia tiene sus diferentes fases» (Exp. Luc., VII, 222; S.C., p. 92). Lo curioso de este texto es que el tema de los Apóstoles, simbolizados por las doce horas, se relaciona con el de Cristo, considerado como el día. Este último símbolo es muy arcaico y se remonta al judeocristianismo.
 
Nos preguntamos si sucede lo mismo con el de las doce horas.
 
En San Agustín encontramos el mismo simbolismo: «No han podido entrar en pleno día, cuyas doce horas resplandecientes son los Apóstoles»3. Pero ya antes se encuentra en Zenón de Verana, quien compara a los doce Apóstoles con los doce rayos del sol, es decir con los doce meses (Tract., II, 9, 2). Más explícito aún es otro pasaje: «Cristo es el día verdaderamente eterno y sin fin, que tiene a su servicio a las doce horas en los Apóstoles, a los doce meses en los Profetas» {Tract., II, 45). Franz-Joseph Dolger, quien ha estudiado estos textos de Zenón, recuerda las representaciones grecorromanas del sol con doce rayos, que simbolizan los doce meses.
 
En el siglo III aparecía ya el mismo simbolismo, tanto en territorio griego como en el latino. Metodio de Olimpo escribe que «el conjunto de los Apóstoles, que corresponde a las horas del día, recibe el nombre de día espiritual, que es lo mismo que la Iglesia» (De Sanguisuga, IX, 3; G.C.S., 487). La única diferencia es que el día simboliza a la Iglesia, en vez de a Cristo. Orígenes, por su parte, alude a este simbolismo: «Se puede probar que las neomenias, es decir los nuevos meses, están cumplidos en Cristo, sol de justicia, y en los Apóstoles» (Com. Rom., V, I). Por parte latina, el De Paschae cumputus, atribuido a San Cipriano, desarrolla también esta comparación: las doce horas y los doce meses simbolizan a los doce Apóstoles; las cuatro divisiones del día y las cuatro estaciones del año simbolizan a los cuatro evangelios (19; C.S.E.L., 23-26). La representación de las cuatro estaciones alrededor del sol también era familiar al arte helenístico, como recuerda Dólger (Op. cit., pp. 54 y sig.)
 
Si nos remontamos al pasado, encontramos de nuevo este simbolismo en un autor muy influido por el judeocristianismo.
 

miércoles, 29 de julio de 2015

EL SIMBOLISMO DEL CIELO EN LA CULTURA GUARANÍ


 
Para los guaraní los principales cuerpos celestes que se observan a simple vista nacieron de una forma muy particular, así por ejemplo Kuarahy (el Sol) es producto de la unión entre Ñamandu (dios, nuestro padre) y Ñande Sy (nuestra madre), quien muere durante el parto de Kuarahy.
 
Bajo el influjo energético de Kuarahy sobre los huesos de su madre, nace Jasy (la Luna), por eso es que a medida que se acerca la fecha de la muerte de Ñande Sy, Jasy va perdiendo fuerza (Luna en menguante) hasta desaparecer y volver a aparecer en el resplandor solar (Luna nueva) rememorando así su nacimiento.
 
Daban a la Vía Láctea un significado místico, y la llamaban Tapecue (camino eterno) pues por ella habrían llegado los primeros habitantes de la tierra y por ella volverían a los confines del Universo. Era el camino al Yvaga o paraíso, al cual se accedía por pequeñas nebulosas en los extremos.
 
La llamaban también Mborevi Rape (camino del tapir), pues su brillo y su curso sinuoso les recordaba al camino que siguen los tapires, orientándose por la noche mediante el brillo de la luna reflejado en la hojarasca, para llevar hasta la fuente de agua.
 
Creyendo el Guaraní en la inmortalidad del alma, ésta se desprendía del cuerpo del hombre al morir, y adquiría un carácter especial, yendo a refugiarse en una región denominada Añaretá (morada del demonio del Aña), una región lleno de silencios.
 
El cielo, está constituido por una "materia quebradiza" que se raja en las tormentas y produce el rayo (Ara Tiri) despidiendo la gran luminosidad del relámpago (Ara Verá). El viento (Ibytu), es el aliento, la "respiración" de la tierra.
Al mirar el cielo estrellado, los indios percibieron que hay estrellas de brillo y color diferentes. En pinturas rupestres, las estrellas más brillantes son representadas en tamaño mayor que las otras. 
     
Los guaraníes, en vez de las constelaciones situadas en la eclíptica (las doce del zodíaco, más actualmente Ofiuco entre Escorpio y Sagitario), daban mayor importancia a las constelaciones localizadas en la Vía Láctea, la concentración de estrellas que queda en el cinturón de nuestra galaxia. Esas constelaciones estaban constituidas por estrellas individuales y nebulosas (principalmente las oscuras).
 
La Vía Láctea, conocida por los nativos como el camino de anta, polvo de estrellas, río celeste, etc., cambia de posición durante una misma noche, observada en horarios diferentes, debido al movimiento de rotación de la Tierra. También cambia de posición cada día, cuando la observamos en el mismo horario (a la puesta de sol, por ejemplo), debido al movimiento de translación de la Tierra.
 
Cerca de los equinoccios de otoño (marzo) y de primavera (septiembre), al anochecer, la Vía Láctea pasa sobre la cabeza del observador (cenit), siendo que en marzo va del sudeste para el noroeste y en septiembre del nordeste para el suroeste. Así, la Vía Láctea también era utilizada como calendario anual y de orientación.
 
Tres instantes relacionados con la posición ocupada por una estrella o constelación eran muy importantes para los guaraníes:
  • el nacer heliaco
  • el nacer cósmico
  • ocaso heliaco.
El Nacer Heliaco de una estrella o de una constelación ocurre en el primer día en que ella se torna visible, en el lado este, antes de la salida del Sol, después de un cierto tiempo sin que pueda ser vista. En los días anteriores, la estrella o la constelación, no es visible por estar muy próxima de la dirección del Sol. Para la observación de ese fenómeno, el horizonte debe estar bien visible, el cielo sin nubes y el observador alejado de la iluminación artificial.
 
El Nacer cósmico o Anti-Helíaco de una estrella o de una constelación ocurre en el primer día que en que ella es visible, en el lado este, luego de la puesta de sol. A partir de ese día, ella queda visible en el cielo, desde el anochecer, teniendo su ocaso cada día más próximo del anochecer.
 
El Ocaso Heliaco de una estrella o de una constelación ocurre en el último día que en que ella es visible, en el lado oeste, después de la puesta del Sol. Ese es el último día en que podemos observar su ocaso después de oscurecer. A partir de ese día, ella queda algunas semanas sin ser vista, pues se encuentra muy próxima de la dirección en que se encuentra el Sol.
 
 

martes, 28 de julio de 2015

EL SIGNO TAV (TAU)


La señal de la cruz trazada en la frente es uno de los ritos más antiguos de la Iglesia cristiana. San Basilio lo menciona, junto a la oración mirando a Oriente, entre las tradiciones no escritas que se remontan a los Apóstoles. Vamos a probar enseguida que esto es muy verosímil y que la señal de la cruz está ligada a la comunidad judeocristiana primitiva. Se han podido encontrar después algunas analogías en el mundo grecorromano. Pero se trata de determinaciones secundarias. Haremos, en primer lugar, un balance de los usos litúrgicos antiguos de la cruz; buscaremos después sus orígenes; y, para terminar, estudiaremos sus significados.
 
La señal de la cruz aparece primero en los ritos bautismales.
 
Este es su uso más arcaico y al que se refiere San Basilio. Originariamente, está asociado al propio bautismo, unas veces precediéndolo y otras siguiendo al mismo. Lo encontramos en fecha muy antigua en la iglesia siria, que conserva costumbres muy arcaicas. Así se explica que, a menudo, algunos autores antiguos lo utilicen para designar al propio bautismo. La inscripción de Abercios, a fines del siglo segundo, habla del pueblo «que lleva el espléndido sello». La palabra sello, sphragis, designa la señal de la cruz en la frente.

Más tarde, cuando los ritos bautismales se fueron desarrollando, la sphragis fue el primer rito impuesto a los catecúmenos y la expresión de una primera consagración a Cristo. Así Quodvultdeus, obispo africano del siglo IV, escribe: «Aún no habéis vuelto a nacer por el bautismo, pero, por la señal de la cruz, habéis sido concebidos en el seno de la Iglesia» (Sur le Symbole, 1,1). San Agustín cuenta en las Confesiones que, después de su nacimiento, su madre trazó la señal de la cruz en su frente y le dio un poco de sal. ¡No fue bautizado hasta cuarenta años más tarde!
 
Pero el uso de la señal de la cruz no estaba reservado al bautismo. Tenía su papel en otros sacramentos, sobre todo en la confirmación, la extremaunción y la eucaristía. Además, los cristianos se persignaban en la frente antes de emprender i«« principales ocupaciones de su vida. San Juan Crisòstomo escribe: «Todo se cumple por medio de la cruz. El bautismo se nos da por la cruz (ya que hay que recibir la sphragis); la imposición de manos se hace por medio de la cruz. Y, ya estemos de viaje, en casa, en cualquier parte, la cruz es un gran bien, una armadura saludable, un escudo inexpugnable contra el demonio» (Hom Philip., III, 13).
 
Encontramos aquí la importante idea de que la cruz defiende al bautizado contra los demonios. Le hace inviolable y pone en fuga a los demonios. Ilustran este hecho muchas anécdotas contadas por los Padres. La señal de la cruz, sobre todo, reduce a la impotencia a los demonios que actúan en los cultos paganos.
 
Prudencio describe lo que ocurrió un día en que Juliano el Apóstata estaba ofreciendo un sacrificio a Hécate. El sacerdote, que examinaba las entrañas de una víctima palidece de repente y cae al suelo: «El príncipe, espantado, como si viera a Cristo en persona amenazándole enarbolando un rayo, deposita su diadema, palidece y mira a su alrededor para ver si entre los asistentes hay algún niño bautizado que haya marcado su frente con la señal de la cruz y de ese modo haya perturbado los encantamientos de Zoroastro» (/Apoteosis, 489-493). Lactancio, por su parte, explica que la presencia de un cristiano señalado con la sphragis impedía los oráculos y arúspices (Div. Inst., V, 27). Gregorio el Taumaturgo, al entrar en un templo pagano «purifica el aire infestado de miasmas, con el signo de la cruz».
 
La cruz tiene así valor de exorcismo. Trazada en la frente de un catecúmeno, aparta de él al demonio, bajo cuyo poder se encontraba. Igualmente, después de la muerte, cuando el alma cristiana abandona el cuerpo y atraviesa la atmósfera, hábitat de los demonios, la sphragis marcada en su frente los aparta, mientras que el alma que no está marcada por el sello se convierte en su presa: «Como la oveja sin pastor está a merced de las fieras y es una presa fácil, del mismo modo el alma que no tiene la sphragis está a merced de las emboscadas del demonio». «Un tesoro que no esté marcado con el sello esta a merced de los ladrones, una oveja sin marca está a merced de las emboscadas».

Los cristianos no sólo trazan la cruz sobre su frente con el pulgar, sino que tenemos testimonios que atestiguan la practica de verdaderos tatuajes. Es conocido el uso de estos tatuajes en los cultos paganos de Dionisos o Mitra. Pero parece que también se encuentra entre los cristianos, con el signo de la cruz. Se supone que esto sucedía en Africa, por lo que dice San Agustín de que cuando los paganos salen del anfiteatro, reconocen a los cristianos por sus vestidos, su peinado, su frente. Marcos el Diácono, del siglo V, en su Vida de Porfirio de Gaza (82), habla más explícitamente de tres niños que cayeron a un pozo y fueron salvados milagrosamente porque llevaban en la frente una cruz pintada de rojo.
 
 

lunes, 27 de julio de 2015

LAS DOS COLUMNAS DEL TEMPLO MASÓNICO




El pórtico del Templo sustentado por dos columnas es la zona de pasaje que separa la Logia de los Pasos Perdidos, o mundo profano.
 
Al aspirante, que nace con la iniciación a un tiempo y un espacio sagrados, que sale de las tinieblas para recibir la Luz, le es enseñado a colocarse entre estas dos columnas de la entrada, en el lugar central o medio donde se produce el equilibrio o armonización de toda dualidad a través del eje vertical invisible. En ese punto, entre columnas, y estando al orden, el masón se mantiene en una actitud receptiva y es así como recibe la instrucción del grado y le son comunicados los signos, palabras y toques que la Masonería atesora para él; pero también es ahí, entre columnas, donde toma decisiones definitivas para su proceso iniciático, cuyo compromiso ratificará en el Altar de los juramentos.
 
Leemos en el capítulo segundo de la obra Hermetismo y Masonería, que en el antiguo manuscrito masónico Cooke de la Biblioteca Británica, escrito alrededor del año 1400, se dice que toda la sabiduría anterior al diluvio de Noé fue recogida en dos grandes columnas. Más tarde, una de ellas fue descubierta por Pitágoras y la otra por Hermes el Filósofo, los cuales transmitieron las enseñanzas que ellas contenían a los hombres. Y citando textualmente:
 
“Es obvio que esas columnas, u obeliscos, asimilados a los pilares J. y B. son las que sostienen el templo masónico -y a la vez permiten el acceso al mismo- y configuran los dos grandes afluentes sapienciales que nutrirán la Orden: el hermetismo que asegurará la protección del dios a través de la Filosofía, es decir del Conocimiento, y el pitagorismo que dará los elementos aritméticos y Geométricos necesarios que reclama el simbolismo constructivo.”
 
Añadiendo, más adelante, que ambas columnas se perciben además, como las piernas de la Madre Logia que para al Neófito:
 
“Por la sabiduría de Hermes, el gran iniciador, y por Pitágoras el instructor gnóstico.”
 
En otro orden, estas dos columnas del Templo Masónico simbolizan también la dualidad presente en la creación, la multiplicidad en que se manifiesta la Unidad al reflejarse a sí misma.
 
La misma dualidad que representan los principios activo y pasivo en el Azufre y el Mercurio; el yang y el yin, las fuerzas expansiva y contractiva o centrífuga y centrípeta que rigen todo movimiento binario. Así como igualmente lo hacen el día y la noche, el Sol y la Luna y también, en un aspecto, simbolizan la Luz y las Tinieblas. Lo masculino y lo femenino que diferencian todo lo creado y definen sus características y en definitiva todos y cada uno de los pares de opuestos que uno pudiera nombrar.
 
Pero es claro que para que dos cosas, conceptos o ideas se opongan necesariamente tiene que haber algo común a ambas y que es aquello que las une y las hace complementarias.
 

EL MAÍZ, SIGNIFICADO Y SIMBOLISMO PARA LOS INDIOS HOPI

 
Es inconcebible que cualquier ceremonial hopi se lleve a cabo sin la harina de maíz: tan variados son sus usos e importante su significado. Con la harina de maíz se traza el Camino de la Vida en la kiva. Se dibujan senderos de harina de maíz para el acercamiento de los kachinas. Por el contrario, los caminos y los senderos se cierran para el paso de todo ser vivo mediante líneas de harina de maíz, en la noche del terror y el misterio durante Wúwuchim. Se da la bienvenida a los bailarines kachinas con pizcas de harina de maíz. Cestos y placas con harina de maíz constituyen ofrendas comunes durante todos los rituales. El Sol naciente es saludado con harina de maíz. Mazorcas de maíz de colores designan las seis direcciones y son apiladas en la base del, altar del cacique. Se sujetan siete Madres Maíz a la vara del kachina de Aholi. Una Madre Maíz es atada a la mongko sagrada, la "ley de leyes". Los granos, tallos, hojas, harina y polen de maíz tienen usos rituales.
 
La vida indígena en toda América es inconcebible sin el maíz. Planta originaria del hemisferio occidental, el maíz ha constituido el pan de la vida para la América indígena desde los principios del tiempo. Se trata de elementos tan sinónimos que es difícil precisar cuál fue creado primero: la tierra, el ser humano o el maíz. Ciertamente, el maíz es tan antiguo que la ciencia moderna no ha podido hallar indicios directos en cuanto a la planta silvestre de la que fue derivado y ni de cuándo tuvo comienzo su cultivo. El maíz constituye el logro supremo de todos los tiempos en la domesticación de plantas, pero su origen sigue siendo un misterio botánico.
 
Los hopis afirman que el maíz fue creado por medios divinos para el hombre en el Primer Mundo. Cuando este mundo fue destruido y el ser humano salió al Segundo Mundo, volvió a recibir el maíz como alimento básico. Cuando este mundo se destruyó a su vez y el ser humano salió al Tercer Mundo, otra vez se le entregó el maíz como alimento. Para entonces el género humano se había multiplicado y derivado en muchas razas.
 
La Tierra comenzaba a ser contaminada por la maldad, al igual que antes.
 
Al darse cuenta de que también sería necesario destruir este mundo, a fin de que la humanidad pudiera Salir al actual Cuarto Mundo, el Creador decidió averiguar en qué medida la codicia y la ignorancia habían afectado a las distintas razas. Por lo tanto, colocó delante de ellas mazorcas de maíz de todos los tamaños.
 
-Ha llegado la hora de que realicen una Salida a un mundo nuevo -les indicó-. Ahí se esparcirán, se multiplicarán y poblarán la Tierra.
 
Según lo que les dicte su sabiduría, escojan ahora el maíz que llevarán consigo como alimento.